Estábamos el gato y yo durmiendo en el sofá cuando de pronto nada paso. Nada, eramos solo nosotros y nuestras 8 vidas, él con sus cuatro patas y yo con mis dos pulgares, en ese momento nada era importante, todo era tan simple como el sueño de ambos. Era nuestro sueño, el presente y nada más. Yo acaricio al gato que duerme, que despierta y se estira a mi costado y se acurruca en este pequeño espacio, sobre este incómodamente perfecto sofá, dentro de la sala de esta casa ajena, en esta calle silenciosa y oscura de esta ciudad que duerme en medio de esta país que ahora parece descansar de las miradas de todos y se pierde en algun punto en el mundo... esperando que permanezca así, en la quietud del olvido, yo sigo acariciando al gato, me duermo de nuevo y el también.
sábado, 26 de febrero de 2011
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