Hoy es un día gris en Lima, hay neblina y un perro sentado en el paradero, esperando sabe dios que... o a quien... lo miro y me mira con esa cara que detesto porque a veces la tengo, trueno los dedos, se acerca cojeando y se enreda entre mis piernas, -que perro tan cursi- pienso y sonrío al acaricio, él no para de restregar su cara en mi costado, escucho una risa cerca, a mi lado hay una chica que nos mira con la misma cara con la que yo mire al perro, quizás también piense: "que par de cursis!" y de seguro sonreirá ahora. Si, lo hace, todo es extrañamente predecible, como lo es el que dentro de unos segundos el semáforo cambiará de color y yo no cruzare la calle junto a la chica, llegaré tarde a la universidad, y me iré con mi nuevo amigo a buscarle algo de comer, hasta ese punto no puedo predecir más porque escucho un ladrido que me trae de vuelta a la realidad del paradero, bajo la mirada y el perro me mueve la cola con la cabeza hacia un lado como sonriendo -que acaso lees lo que pienso?- es como si yo también le fuese predecible, rayos... -entonces... ahh, te gusta el tofu? - ¡grrr guau! -no, claro que no, a nadie le gusta... ven, vamos... pero ya deja de cojear! por favor no puedes dar tanta pena, además no pienso cargarte!... al menos no en público, tu sabes, recién nos conocemos...-
Cinco patas y media se van caminando calle abajo y en ese momento, en alguna otra parte, una chica pensara en un perro con un chico...
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